Autora invitada: La Profa García



Datos de la autora:

La Profa García es una apasionada del aprendizaje de lenguas extranjeras, por lo que se ha dedicado por los últimos 14 años de su vida a aprender italiano, portugués, francés, mandarín e inglés; especializándose en italiano y portugués.

García cuenta con un bachillerato en Relaciones Públicas y Publicidad, de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y con una segunda concentración en Lenguas Extranjeras. Como parte de sus estudios de bachillerato, estudió en Temple University en Filadelfia, Estados Unidos y en la Universidade Federal de Minas Gerais, en Bello Horizonte, Brasil.

Realizó estudios de maestría en Literatura Italiana, en Middlebury College, en sus sedes de Vermont, Estados Unidos y de Florencia, Italia. Parte de su maestría, la cursó en L’Università degli Studi di Firenze, en Florencia. Estudió también diversos cursos a nivel graduado en Lingüística del español como segunda lengua, en la Universidad de Puerto Rico y en la Escuela Española de Middlebury College, en Buenos Aires, Argentina. Actualmente, es estudiante Doctoral de Pedagogía con especialidad en teoría, desarrollo y diseño curricular, en la Universidad del Turabo, en Puerto Rico.

A través de los medios sociales, La Profa García se dedica a inspirar a su comunidad y seguidores a estudiar, a aprender, a vivir al máximo y a desarrollar una mentalidad globalizada, a través del aprender y del conocer nuevos idiomas y nuevas culturas.

#AprenderEsEvolucionar

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El día en que el unicornio llegó

Querida Tía,

Espero que esta carta encuentre su rumbo y llegue hasta ti. Hace ya 10 años que no nos hemos visto. Mi vida fue tan maravillosa junto a ti. Llena de códigos, secretos, aventuras y de mundos fantásticos que solo conocimos nosotras dos. Viajamos a mundos fantásticos: la selva de Tarzán, el mar de las sirenas, el país del gigante de la montaña, la casa del unicornio. Esa era nuestra casa favorita, la del unicornio. ¡Qué aventuras tan nuestras!

Hoy, te escribo porque me urge tu autorización para contar una de nuestras historias. No sé si sepas, me imagino que donde vives ahora las cosas son muy diferentes que aquí, pero en la tierra existe una ley de derechos de autor, y no se me permite utilizar material creado –vivido– por otros y decir que es de propia autoría. Debo contar una de nuestras historias, una de tantas. ¿Cuál escoger? ¿Qué tal esta?

Recuerdas el día que subí a toda prisa las escaleras de casa de abuela hacia tu habitación. Estaba que me bebía las lágrimas de rabia. Antes de entrar a tu cuarto, abuela me interceptó. No sé qué me habrá dicho, pero al parecer sus palabras fueron justamente las que una adolescente rebelde no querría escuchar. Me encaminé presurosa hacia tu habitación y lancé la puerta de mala gana. Tú me miraste con ese rostro que siempre me daba paz –ahora un poco aturdido–, pero yo seguí corriendo hacia el cuartito sin puerta donde abuela guardaba miles de cosas, me miré en el espejo y comencé a llorar. Cuando ya no pude más, y mi respiración se hizo cada vez más entrecortada, moví la cortina que le servía de puerta al cuartito y me recosté a tu lado. Tú no me dijiste nada. Claro, no podías hablar. –Nunca entendí bien por qué no podías hablar, ni caminar. Lo único seguro en mi memoria es que siempre te conocí así. Ese día, desde tu asiento, aquél que abuela te preparaba con almohadas gigantes en tu espalda y un pedazo de madera que haciendo presión con la pared las sujetaba, desde allí, comenzaste a consolarme. Era como si intentaras decirme que no me preocupara; que la vida continuaba; que nada era tan terrible como para hacerme desesperar de aquella manera. Me calmé. Nuestra relación nunca necesitó de intermediarias a las palabras.

Sobreviví la adolescencia, gracias a ti. Luego llegó la universidad. Todos los fines de semana te visitaba. Hubo uno en que subí las escaleras y entré a tu cuarto. Esta vez, ya no lancé la puerta con furia. Estaba muy contenta. Me iba para el Brasil. Había soñado ese viaje hasta la saciedad. Hacía ya un mes que tenía mi equipaje preparado. Llegué a donde ti y te dije: “Titi, cuando regrese te traeré un regalo que te gustará mucho. Te amo.” Tú moviste la cabeza, hacia arriba y hacia abajo, con una sonrisa inmensa. Como solo tú podías sonreír. Aunque nunca te conocí con dientes, tu sonrisa ha sido la más hermosa que he podido presenciar en toda mi vida. Me fui titi, me fui para el Brasil.

Seis semanas después, subí corriendo las escaleras nuevamente, Titi. Imagino que me habrás visto. Seis semanas sin ti. Sin que me contaras tus aventuras, sin que yo te contara las mías. Sin que me acariciaras la cabeza y me hicieras sentir totalmente protegida. No subí sola, esta vez. Alguien más subió conmigo y se mantenía detrás de mí. Abuela me interceptó. Siempre me interceptaba. Esta vez, se colocó frente a mí. No sé por qué, pero tu hermana que estaba también allí, salió a mi encuentro y se colocó detrás de abuela. En ese momento dije: “Se me quedó el regalo de titi en el coche. Tengo que buscarlo”. Abuela estiró sus brazos hacia mí y los colocó en mis hombros. Nunca les había sentido tan pesados.

De repente, la vida comenzó a correr en cámara lenta. Abuela movía sus labios. Cuánto deseé no haber tenido la destreza de leer los labios. En cámara lenta, yo comprendía la frase que jamás imaginé que tendría que comprender… tu tí-a se fu-e a ca-sa del u-ni-cor-ni-o.

No logré ver el rostro de ninguno de los presentes hasta horas después en que aparecí recostada en tu cama, entre tus sábanas blancas y con algunas de tus ropas entre mis brazos, pero sin ti.

Me contaron sobre el día en que llegó el unicornio. Llegó sin hacer mucho ruido. Subió las escaleras. Te esperó en el balcón. Hizo un sonido que solo tú escuchaste. Abuela dormía. Así que tú por tu cuenta, te levantaste y caminaste. De repente, comenzaste a resplandecer. Muchas hadas te cubrieron y te colocaron un vestido de princesa. Sin que abuela se diera cuenta, saliste de tu habitación no sin antes acercarte a ella y darle un beso en la frente. Le sonreíste y le diste las gracias por dedicarse en cuerpo y alma a ti, por 46 años de su vida. Las hadas te ayudaron a montar el unicornio y dijiste: “Al Brasil”.

Solo así logro explicar, como el día en que te fuiste, me arrodillé ante la majestuosidad de dos arcoíris que atravesaban “La garganta del Diablo”, y pensé y di gracias al universo por tenerte en mi vida. Quiero imaginar que desde uno de los arcoíris, me observabas con tu mirada que tanta paz me brindaba. Y te acercaste… y me acariciaste… y me echaste tu bendición. Ese fue el día en que el unicornio llegó, y tú te fuiste.

Aquí culmino esta primera carta. Son muchas otras las historias fantásticas y muchos otros los mundos fantásticos vividos junto a ti, que me faltan por narrar.
  
Hasta mi llegada a la casa del unicornio, querida Tía.

Con Amor,
Tu Intérprete de Sueños ;-)
Buenos Aires (verano, 2013)

In Memoriam: Titi Nan (Rosanydia Meléndez Hernández)


Escrito autobiográfico, realizado para el curso de escritura creativa de la escritora argentina: Tamara Kamenszain.
Escuela Española de Middlebury College, en Argentina.

**Textos y fotografías pertenecen en su totalidad a La Profa. García
Por favor, no utilice ni publique sin autorización previa del autor invitado.