Datos de la autora:
Nacida en San Juan, pero criada en Las Piedras, en el campo, rodeada de naturaleza. Esa crianza la llevó a amar su entorno desde siempre. Posee un bachillerato en Educación Secundaria con concentración en Español. Ama su trabajo, ama enseñar; sin embargo, piensa que la educación en este país posee poco valor y, por consiguiente, los maestros no son tratados como merecen. Aunque es maestra de profesión, no descarta convertirse en estilista, área que ha sido su pasión desde muy niña. Recientemente, descubrió su pasión por conocer cosas nuevas, viajar y pintar. No hay una sola cosa que sea su pasatiempo, pues trata de disfrutar cada cosa que hace o cada situación que se le presente. Siempre hace cosas diferentes, ya que se distrae con facilidad.
29 de junio de 2018
En la vida hay muchas cosas que disfrutar y muchas veces le prestamos más atención a lo que pensamos que la merece.
Cuando mi pasión por subirme a un avión comenzó (tarde, pero segura) trataba de tomarme una foto en cuanto sitio encontraba y al revisar mis recuerdos, aparecía más yo que la esencia del lugar que visité. Hace un año y unos cuantos meses, navegando en páginas de pasajes, encontré unas ofertas. Recuerdo que estabamos sentados en una mesita roja (famosa en nuestro lugar de trabajo), hago el comentario de mi hallazgo y una compañera me dijo que era buena idea. Dije en mi mente “esto se va a quedar aquí, no creo que hagamos ese viaje realmente”. Resulta que me estaba equivocando, no solo se animó la compañera que mencioné, sino que logramos hacer un pequeño grupo.
Pasaron los días y continuamos planificando nuestra travesía. Este viaje fue excelente desde su planificación, hasta que culminó. Hicimos varias reuniones; nos reímos como niños planificando. Entonces el día llegó y no sabemos cuál de nosotros estaba más feliz. Salimos de nuestro trabajo, sí éramos todos compañeros de trabajo, y nos fuimos al aeropuerto. Llegamos al destino con muchas expectativas, pero, al mismo tiempo, dispuestos a disfrutar cada instante. Todo el viaje fue un éxito, cada quién logró visitar y hacer lo que quería. Unas veces todos juntos y otras tantas separados. En fin, el viaje fue lo mejor.
Hay un detalle de ese viaje que, para mí, es el más importante. No es que no haya disfrutado lo demás, me refiero a que aprendí algo que nunca olvidaré. Una de las personas que formaba parte del grupo, indirectamente, me enseñó a disfrutar de las pequeñas cosas, a disfrutar cada detalle, a no enfocarme en mí, sino que me enseñó a que hay muchas cosas a nuestro alrededor que ignoramos por nuestro egocentrismo. Antes quería tomarme fotos en cada lugar, todavía lo hago, no he cambiado del todo, pero me enfoco más en mi entorno, en la naturaleza, en cada detalle que ese nuevo lugar tiene para ofrecerme.
Aunque tengo montones de anécdotas de esos viajes, no he llegado a donde quiero. Se preguntarán, ¿a dónde nos lleva esta historia? He aquí la respuesta, esta historia y esa persona me enseñaron que en esta vida hay que apreciar tanto las cosas grandes, como cada pequeño detalle que tenemos frente a nuestros ojos y que ignoramos por prestarle atención a cosas que no la merecen en su totalidad.
Hoy, quiero darle gracias a ella por enseñarme a disfrutar un viaje y por abrir mis ojos ante muchas cosas que estaban pasando desapercibidas frente a mí. Es un ser especial, aunque a veces (ella) no lo sienta así.
**Textos y fotografías pertenecen en su totalidad a Maraliz Camis
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