Datos
de la autora:
Oriunda
de Ponce, Puerto Rico. Obtuvo un bachillerato en Drama y una maestría en
Administración y Gestión Cultural en la Universidad de Puerto Rico, recinto de
Río Piedras. Tiene intereses particulares en la dramaturgia, escritura de
narrativas y dirección teatral. Ha dirigido más de 15 obras de teatro de las
cual ha escrito tres. Experiencias en talleres y festivales internacionales de
teatro: Perú, Ecuador, Argentina, Uruguay, Costa Rica y Estados Unidos.
Apasionada de los aviones y viajes culturales. Izquierda y de la izquierda. Es
activista en afinidad con la luchas a favor de una educación accesible para
todxs, los debates sobre la soberanía política en Puerto Rico, la equidad de
género y la protección del medio ambiente. Actriz, artista, educadora y lectora
voraz. Soñadora de dedicarse pronta y completamente al desarrollo cultural y
teatral del país.
Ruborizada
Mi bragadura
se pinta del color del cielo cuando atardece en un día romántico. Esos días en
que el cielo de divide en los pedazos del algodón más dulce de un vendedor en
la esquina de un circo. Desde el centro de mí, emanan dolores profundos,
recónditos, intensos y acentuados, como
si un cielo tan inspirador provocara una nostalgia. Son color bermejo, rojizo, carmesí… algo
bermellón. Me duelen cerquita de donde se siente el aire cuando inhalo bien
profundo, como en el pecho, pero no en el cuerpo. Me duele justo en ese aire
que no es mío. Como un vaivén. Me duelen
desde los latidos del hermoso órgano que palpita mis acciones e hidrata mis más
sentidas lágrimas. Me duele desde ahí. Desde mi mayor temporero sollozo. Desde
la fragilidad de mi figura, femenina de nacimiento no sé si por casualidad, por
suerte, fuerte o muerte. Sensación
sosegada, paulatina, gradual… casi en pausa. Pretendiendo que el mundo
discierna mis condiciones. Escuchando turbio, velado, algo borroso. Ruborizando
todos mis sentidos. Como si hubiera algún polvo interrumpiendo constantemente
mi pesado andar. De mi mano se agarra algo secretor, escondido como la palabra
misma, que sigilosamente acaricia mi vientre y mi testuz. Con miedo a caer
lujuriosamente en unos brazos viriles que arruinen mi más obligada calma. Con
esperanza que esto que describo, finalmente… no suceda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario